4º OBJETIVO: CONTEMPLAR PARA CUIDAR LA CASA COMÚN

Papa Francisco2¿Cómo podemos cuidar todo lo que nos rodea, ya sean objetos materiales, alimentos, recursos energéticos o la propia naturaleza? Porque “lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta” (LSí n.9), “olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7)” (LSí n.2). Hechos de los mismos elementos, “todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros” (LSí n.83).

“Francisco de Asís nos muestra el camino para un cambio radical en nuestra relación con la creación: consiste en sustituir a la posesión por la contemplación. Él ha descubierto una manera diferente de gozar de las cosas que es la de contemplar, en lugar de ser su dueño” (P. Raniero Cantalamessa en I Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Casa Común).

De hecho “la espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres” (LSí n. 222). En la citada Jornada, el padre Raniero Cantalamessa afirmaba “la solución a la crisis ecológica es contemplar antes que poseer”.

Contemplar es el quinto verbo que más se cita en Laudato Sí, y “la tarea de contemplar no se refiere solamente al hecho de mirar atentamente la realidad, sino que implica el coraje de distanciarse de ella y de vigilar, con tenacidad, para que quede estampada en la retina del espíritu. Este doble movimiento implica, en primer lugar, un distanciamiento y en segundo lugar, un proceso de impregnación de la realidad en el espíritu del individuo”.

“El itinerario de inmersión con los lenguajes de inmersión es un camino contemplativo adaptado a nuestra sociedad occidental, dominada según F. Torralba por la ‘velocidad, el funcionalismo y el economicismo’ que hacen más difícil este tipo de prácticas. También la dificultan el escaso tiempo de que disponemos, la búsqueda de la instantaneidad de los resultados o el activismo loco, en un entorno altamente contaminado y sobresaturado informativamente”.

amarseY como señala J. Melloni sobre este itinerario “lo importante de la experienciación es el recorrido. No se trata de experiencias puntuales, sino procesuales”. El itinerario de inmersión es un recorrido durante el cual potenciamos los sentidos internos, con los que puedo percibirme a mí mismo, también percibir la realidad, la vida, las Escrituras, a los demás, a Dios, con otro grado de conocimiento de mayor calado, hondura vital y capacidad transformadora.

«Es un tipo de conocimiento más cercano a la percepción mística, el ojo de la carne (o de los sentidos) sólo percibe la exterioridad de las cosas, de las personas y de las Escrituras; el ojo de la mente accede a una mayor interioridad, pero no a su plena profundidad. Sólo el ojo del espíritu es capaz de adentrarse en el corazón de lo Real y revela el sentido último de las Escrituras […] Otro modo de referirse a estos diversos grados de profundidad es mediante la terminología de los tres ojos: el de la “carne”, el de la “mente” y el del “espíritu”, un tema recurrente en el monacato oriental , pero «solo el último conduce a la verdadera sabiduría».

Ya en el siglo pasado, el teólogo K. Rahner nos impelía a ser místicos, mucho está en juego: «El cristiano del siglo xxi será místico, o no será. Pero, hay que hacer un camino, recorrer un itinerario, convertirse en nómada, según Melloni para acceder al tercer ojo u ojo del espíritu hay que hacer un camino, porque el viaje hacia la profundidad —o hacia la interioridad— no se improvisa».

En el día a día, ¿cómo puedo practicarlo? Es posible “poniendo la cualidad de atención en las cosas pequeñas”, en lo que me rodea. Poco a poco, en la medida que lo hago, se puede ir produciendo “una progresión del hacer hacia el estar y del estar hacia el ser. Cada paso no anula el anterior sino que lo profundiza. Ello pasa por poner cualidad de atención a las cosas más pequeñas. Si realmente estamos en lo que hacemos, entonces también estaremos en contacto con la experiencia de ser. La acción no debe desbaratar nuestro ser, sino todo lo contrario: Expresarlo”.

Y a lo largo de este recorrido, lo que es insignificante, lo más pequeño y piensa ahora en que es lo más pequeño de lo que te rodea, ¿Quizás un lapicero? ¿Un vaso con agua? ¿La mesa sobre la que apoyas tu ordenador…? Estando centrados, plenamente presentes ante ellos, nos pueden impulsar, si me dejo, hacia nuestro crecimiento espiritual, en significativos y susceptibles de nuestro cuidado.

Recuperando la capacidad del ser humano por captar el valor intrínseco de las cosas, lunares-fototornándose los pequeños elementos que hasta ahora pasaban inadvertidos en significativas para nosotros y susceptibles de nuestro cuidado, al tiempo que nos enriquecen y nos transforman. Según Weil, “la mirada debe ser, ante todo, atenta”; para ella, si desarrollamos actividades cuyo objetivo es desarrollar la atención, si que se habrá progresado durante cada minuto que dure la actividad en otra “dimensión más misteriosa”.

Con los lenguajes de inmersión hemos visto en el primer apartado que nos entrenamos en el silenciamiento de la mente discursiva, abriéndonos “a otras categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y que conectan con la esencia del ser humano” (LSí n.11). “Por medio de la mirada interior de los ojos del corazón (Ef 1, 18) es posible entender el mundo desde una perspectiva que transciende la dimensión puramente empírica.

Hasta que los ojos del corazón no se abren, no nos damos cuenta del carácter extraordinario de la vida ordinaria” percibiendo que yo mismo, que el ser humano está constituido biológicamente por elementos que también forman parte de la Tierra en la que vivimos, fruto de un proceso evolutivo de todo el universo de millones de años, que “nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y nos restaura” (LSí n.2). Y “si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo.

La pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio” (LSí n.11), sintiéndome unida a la naturaleza que me rodea y quizás sea entonces cuando me suceda lo mismo que a s. Francisco. Para él “cualquier criatura era una hermana, unida a él con lazos de cariño. Por eso se sentía llamado a cuidar todo lo que existe” (LSí n.18).

Y como he ido a lo largo del camino, aprendiendo a acompañarme, a tenderme la mano a mi mismo con el gesto cálido, ¿por qué no hacerlo también con la Casa común?, ya que “la intervención humana en la naturaleza siempre ha acontecido, pero durante mucho tiempo tuvo la característica de acompañar, de plegarse a las posibilidades que ofrecen las cosas mismas. Se trataba de recibir lo que la realidad natural de suyo permite, como tendiendo la mano.

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En cambio ahora lo que interesa es extraer todo lo posible de las cosas por la imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma de lo que tiene delante. Por eso, el ser humano y las cosas han dejado de tenderse amigablemente la mano para pasar a estar enfrentados” (LSí n.106).

¿Es posible hacer crecer la semilla de la contemplación que los jóvenes llevan en sí? ¿Sería recomendable cultivar también esa semilla en mí?… “Sólo podemos transmitir lo que vivimos”.

“Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos” (LSi, n.14). “S. Weil considera que cualquier ejercicio de atención, como traducir un texto del latín o solucionar un problema de geometría, aunque se haya resuelto mal, siempre que se dedique el esfuerzo adecuado puede proporcionar una mayor capacidad para atender a alguien que sufre, que de otro modo nos pasaría desapercibido.

En este sentido, la atención permite saber que el desdichado existe, no como unidad más dentro de una serie, ni como un ejemplar de una categoría social que lleva la etiqueta de “desdichado”, sino como un hombre parecido en todo a nosotros. Esta es la enseñanza de la parábola evangélica del buen samaritano (Lc 10.30-36).

La mirada atenta dirigida al que sufre permite fundamentar una ética de la debilidad que resulta muy adecuada en el contexto de la actual crisis de la idea de progreso y la consecuente crisis de valores de la posmodernidad […] Es una ética basada en la vulnerabilidad que parte de la mirada atenta dirigida al desgraciado, una mirada que pasa a ser activa […] Tenemos la posibilidad de actuar como mediadores entre Dios y la parte del universo que se nos ha confiado, y nuestra colaboración es totalmente necesaria para que Dios se relacione con el mundo”.

Siguiendo el ejemplo de Francisco, “su actitud de ternura y de cariño, va mucho más allá del principio de placer, es la fuente que alimenta la verdad de las relaciones humanas. El hombre no vive tan sólo del pan que es necesario para la supervivencia, sino que quiere vivir humanamente. Y vivir humanamente significa sentirse cálidamente acogido, como lo es el que, a pesar de toda su miseria física y moral, tiene la fortuna de escuchar: Es bueno que existas, hermano. Sé bienvenido en medio de nosotros.

El sol también es tuyo, el aire es nuestro y el amor es capaz de unir nuestros corazones […] Porfrancisco-con-enfermos-en-asis la trascendencia, el hombre se abre hacia abajo, irrumpiendo en las tinieblas de la pobreza estigmatizada en los cuerpos de los explotados y los leprosos. Aceptándolos con cariño y ternura, los integra en el convite humano, en lo más íntimo de sí mismo, que es el corazón compadecido. En su propio dolor el hombre se siente curado porque es acogido en el universo de los humanos. Quien experimenta la totalidad de esta experiencia de trascendencia y de trans-descendencia, como Francisco, puede cantar, desde lo más hondo de su corazón, el himno a todas las criaturas, porque se ha postrado ante todas ellas, como ante una fuente, y las ha oído cantar”.

“Es fundamental buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (LSí´n.139).

El papa nos hace un llamamiento urgente a escuchar el clamor de los pobres, “el gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo” (LSí n.53). “El grito de los pobres y el grito de la Tierra son el mismo grito”. “Es importante leer los textos bíblicos en su contexto, con una hemenéutica adecuada, y recordar que nos invitan a « labrar y cuidar » el jardín del mundo (cf. Gn 2,15)” (LSí n.67).

Creatividad para regar las semillas de divinidad de los jóvenes, no nos faltará, sobre todo si nos hemos puesto manos a la obra y hemos entrenado nuestra atención. Un camino posible es aprender y enseñarles a cultivar el jardín interior de los excluidos, imitando a Jesús, como si nuestras manos fueran los aperos de labranza que labraran su tierra sagrada, Horeb, ante la que nos quitamos las sandalias. No hacerlo una vez, sino en una actividad organizada de forma sistemática en la que esté presente el gesto cálido con ellos ¡con creatividad!

PAPACon atención plena, es decir, con mirada limpia, sin juicios, sin condicionamientos, plenamente presentes ante lo que acontece, con aceptación y atención. Desde la fe cristiana, a ejemplo de Francisco de Asís, ofreciéndonos a ser sus instrumentos: nuestras manos y nuestra mirada atenta. Sabiendo que el “secreto se esconde en esa mirada de Jesús hacia su pueblo, más allá de sus debilidades y caídas: “No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros el Reino” (EG n. 141).

Y arar el jardín interior de los excluidos, facilitará que sus resistencias se ablanden, cada cual en su momento. Y entonces, podrás enseñarles el camino que cada cual haya recorrdio. Para pasar del auto juicio a la auto bondad. La tierra estará siendo preparada para que la semilla de bondad amorosa que ya contenía, germine y de fruto. También podrán aprender a cuidarse ellos mismos, poco a poco con un gesto cálido, generador de oxitocina. Recordamos que “el tacto suave desencadena la secreción de oxitocina, por eso se usa para calmar a los niños, así como en forma de autoabrazo”.

Y quizás, en su momento, permitiéndose abrazarse a sí mismos, permitiéndose la acogida de sí mismos aunque sea momentánea. «Habrá que seguir regando su jardín. Para que, quien sabe, pueda seguir regresando a su propia casa, que también es Casa común, y en ella encuentre el abrazo, esta vez del Padre, que como al Hijo Prodigo, estaba esperando».

“El corazón de Francisco supone un estilo de vida, la expresión genial del cuidado, una práctica de confraternización y sentirse nuevamente fascinado por el mundo. Recrear este corazón en la gente y recuperar la «cordialidad» en las relaciones podrá suscitar en el mundo actual la misma fascinación por la sinfonía del universo y el mismo cuidado para con la hermana y madre Tierra que san Francisco vivió de manera ejemplar”.

Y “Dios, que nos convoca a la entrega generosa y a darlo todo, nos ofrece las fuerzas y la luz que necesitamos para salir adelante. En el corazón de este mundo sigue presente el Señor de la vida que nos ama tanto. Él no nos abandona, no nos deja solos, porque se ha unido definitivamente a nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos. Alabado sea” (LSí n.245).

 

 

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