2º OBJETIVO: CRECER EN MISERICORDIA Y TERNURA AYUDÁNDONOS CON LOS LENGUAJES DE INMERSIÓN

Papa FranciscoEn el mensaje para el Jubileo de la Misericordia de los jóvenes, el papa Francisco les decía: “Crecer misericordioso significa aprender a ser valiente en el amor concreto y desinteresado, comporta hacerse mayores tanto física como interiormente”.

Me voy a centrar en la segunda parte del mensaje, comporta hacerse mayores tanto física como interiormente.

Hacerse mayores interiormente equivale a desarrollarse interiormente, a que crezcan las semillas de divinidad que hay por doquier en la tierra sagrada de los jóvenes. Mi propuesta es cultivar la interioridad, regando las semillas de misericordia y de ternura que ya tienen plantadas.

“La ternura es el afecto que brindamos a las personas y el cuidado que aplicamos a las situaciones existenciales” e irrumpe cuando el sujeto de descentra de sí mismo, sale en dirección al otro, participa de su existencia y se deja tocar por la historia de su vida”. Cuidar es el verbo más repetido en Laudato sí, veinte veces; el verbo amar lo encontramos ocho veces. El término “cuidado” incluye dos significados básicos, íntimamente vinculados entre sí.

El primero, la actitud de desvelo, de solicitud y de atención hacia el otro. El segundo, la actitud de preocupación y de inquietud, porque la persona que tiene cuidado se siente implicada y vinculada afectivamente”. “Los textos bíblicos nos invitan a labrar y cuidar el jardín del mundo” (LSí n.67) y el Papa nos plantea una cultura del cuidado. “La Iglesia propuso al mundo el ideal de una «civilización del amor». El amor social es la clave de un auténtico desarrollo.

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Para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar el amor en la vida social –a nivel político, económico, cultural–, haciéndolo la norma constante y suprema de la acción. En este marco, junto con la importancia de los pequeños gestos cotidianos, el amor social nos mueve a pensar en grandes estrategias que detengan eficazmente la degradación ambiental y alienten una cultura del cuidado que impregne toda la sociedad” (LSí n.232).

Si no existieran los jóvenes, que con sus acciones transforman el mundo, todas las sociedades estarían muertas”. Según L. Boff, la “revolución de la ternura equivale a cultivar el espíritu de delicadeza y a dejar de lado la frialdad y dureza de corazón. Pascal llama espíritu de delicadeza a la ternura y a la solicitud. Suponen descentramiento del sujeto con respecto a sí mismo y concentramiento en el objeto de su relación”. Solicitud equivale a cuidado.

Los jóvenes pueden aprender a cultivar el espíritu de delicadeza, esto es, de ternura y cuidado, a través de la activación del sistema de cuidado con el gesto cálido, empezando por ellos mismos.

gesto cálidoEl gesto cálido es una caricia esencial. Ésta es “una inversión de cariño y amor a través de la mano y de la piel. Es la caricia de la mano que toca, la mano que establece relación, la mano que arrulla, la mano que trae sosiego. La caricia constituye una de las expresiones máximas del cuidado. El órgano de la caricia es, fundamentalmente, la mano. La persona humana a través de la mano y en la mano, revela un «modo-de-ser»”. Puede ser un gesto discreto como acariciarse la mejilla o las manos, dejar una o las dos manos sobre el abdomen, o el corazón o incluso darte un abrazo.

Como apunta la Dra. K. Neff, investigadora pionera en autocompasión, “una manera sencilla de calmarte y consolarte a ti mismo cuando te sientes mal consiste en darte un abrazo cariñoso. Puede aparecer un poco absurdo al principio, pero tu cuerpo no lo sabe, de manera que reacciona respondiendo a ese gesto de cariño como lo haría un bebé en brazos de nuestra madre. Nuestra piel es un órgano increíblemente sensible. Las investigaciones indican que el contacto físico libera oxitocina, proporciona sensación de seguridad, alivia las emociones estresantes y calma la tensión caridiovascular. Por tanto ¿Por qué no intentarlo?”.

¿Por qué no proponérselo a los jóvenes como una práctica de ternura y autocuidado? ¿Por qué comenzar por uno mismo? Cada uno puede reflexionar sobre la respuesta, y por mi parte, apunto una pista: “El cuidado de la creación, diría el Papa Francisco se hace “artesanalmente” comenzando por sí mismos. El cuidado de la creación comienza por ti” (P. Raniero Cantalamessa en I Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Casa Común).

Todo ello “con pequeñas acciones cotidianas hasta conformar un estilo de vida” (LSí n.211) que nos lleve a recuperar “los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios” (LSí n.210).

¿Qué significa activar el sistema de cuidado?

Paul Gilbert, catedrático de Psicología en la Universidad de Derby (Reino Unido) es una de las autoridades de referencia en Mindfulness o Atención plena. “Gilbert (2009) ha descrito tres sistemas neurológicos básicos e interconectados que regulan nuestras emociones y que se han configurado con la evolución de nuestra especie. Son: El sistema que reacciona ante la amenaza, el que se activa cuando buscamos recursos o incentivos y las últimas investigaciones indican la existencia de un sistema neurológico cuya activación juega un papel fundamental en las sensaciones de calma y alegría.

Este sistema se activa en las relaciones personales y especialmente en las que implican cuidado y cariño”. En la evolución de nuestra especie, las conductas de vínculo y cuidado especializaron a este sistema para que se activara asociado a las situaciones en las que recibimos o damos cuidados, sentimos la amabilidad de los demás o se la damos y cuando hacemos o nos hacen favores. Todas estas conductas tienen cualidades calmantes que generan sentimientos positivos de bienestar, seguridad y conexión social.

La activación de este sistema produce una sensación de satisfacción que está asociada a unagesto cálido “calma” positiva, y a una sensación de bienestar que no es solamente una ausencia de amenazas y de tareas a realizar. Al igual que el vínculo seguro, fomenta nuestras capacidades creativas y de exploración. También está relacionado con los procesos reparadores de nuestro cuerpo. Gilbert lo llama sistema de satisfacción, calma y seguridad, porque “lo disparan las conductas de afiliación, de cuidado y de vínculo.

¿Cómo se puede activar? Podemos hacerlo con el gesto cálido, simplemente dejando reposar suavemente la mano sobre la parte del cuerpo que uno elija en ese momento, por ejemplo en el rostro, en el corazón o en la pierna. Al activar este sistema, “estamos activando el soporte fisiológico de cuidado interno: liberando oxitocina y endorfinas. “Los investigadores han bautizado la oxitocina como “la hormona del amor y el vínculo” debido al importante papel que desempeñan en las relaciones sociales.

También demuestran que el aumento de los niveles de oxitocina incrementa en gran medida el sentimiento de confianza, paz, seguridad, generosidad y conexión, además de fomentar la capacidad de sentir cariño y compasión por uno mismo. La oxitocina reduce el temor y la ansiedad”. “El tacto suave desencadena la secreción de oxitocina en animales y en seres humanos, por eso se usa para calmar a los niños, así como en los ejercicios de compasión en forma de autoabrazo”.

En las fotos, los jóvenes después de haber estado meditando varios días con uno de los lenguajes de inmersión, la meditación breve, hacen el gesto cálido.

Para L. Boff “la raíz básica de nuestra crisis cultural reside en la aterradora falta de ternura y de solicitud de los unos para con los otros, de todos para con la naturaleza y para con nuestro propio futuro. Es fácilmente observable en el ámbito mundial la fuerza que poseen los movimientos que buscan un nuevo sentido de vivir más ligado a la sencillez, al respeto, a la ternura para con los demás, dejar más espacio al eros, es decir, a la espontaneidad creativa, a la libertad, a la fantasía, a la capacidad de manifestar ternura y solicitud, producirá otro equilibrio multidimensional que habrá de garantizarnos una forma de vida más humana y más integrada con la naturaleza y con los demás”.

XIord_CSi “los jóvenes llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad” (EG n.108) y si es necesario cultivar la ternura y la solicitud de unos por otros y por la Casa común… ¿estarán plantadas ya esas semillas en su tierra sagrada esperando a ser regadas? Si la respuesta es afirmativa, la siguiente cuestión es ¿Podemos colaborar a que ellos mismos rieguen sus semillas de ternura y cuidado para que crezcan? La estrategia en la que creo es que los educadores, los pastoralistas…los adultos, empecemos a hacerlo con nosotros mismos. Es decir, empecemos a regar estas semillas que también hay plantadas en nuestra propia tierra, para luego poder transmitírselo a ellos.

Podemos hacer crecer la semilla de la misericordia.

Etimológicamente misericordia es abrazar al miserable. Quizás podamos llegar, de forma autentica y sincera, a abrazarnos sintiéndonos miserables, arrepentidos de corazón. A preparar la tierra, para que Él haga el resto. Podemos adoptar una actitud distinta y para muchos, nueva, ante nuestra miseria, considerándola como un momento privilegiado para el reencuentro, conmigo mismo, con el otro y con Dios. Podemos emprender un camino cuya primera etapa es lo pequeño, los pequeños errores, los pequeños defectos, las pequeñas faltas, debilidades, caídas o limitaciones. Es el camino de lo pequeño.

Y de nuevo: Si los jóvenes llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad, y si es una urgencia crecer en misericordia, en el presente, para el futuro ¿estará plantada ya la semilla de la misericordia en su tierra sagrada? ¿A quién/quienes corresponde regarla? ¿Cómo podemos hacerlo? Mi respuesta ya la he dado anteriormente ¡Reguemos primero esta semilla de misericordia que también hay plantada en nuestra propia tierra, para luego poder transmitírselo a ellos! Reconociendo que “el Espíritu Santo, conduce los pasos de los creyentes para que cooperen en la obra de salvación realizada por Cristo” (MISERICORDIAE VULTUS. El rostro de la misericordia. Bula del Jubileo de la Misericordia. S.S. Papa Francisco, n.4).

¿De qué se trata? En aprender a sustituir el autojuico por la autobondad y la ternura, con el horizonte puesto en no juzgarnos ni juzgar, en no condenarnos ni condenar, sino en ser misericordioso con nosotros mismos y con los demás. “Todos albergamos un yo autocritico- inquilino inquisidor- que se deleita, en activar automensajes negativos, denigrantes, descalificadores y derrotistas… que continuamente nos recrimina, nos anula, nos culpabiliza”…

Especialmente cuando ¡cometes errores! ¡No haces las cosas como deberías! ¡Te ves limitado! ¡ Te sientes incapaz porque que no sabes! ¡Cuando caes de nuevo en la pereza, otra vez en el orgullo, en la crítica o en la exigencia! Según V. Simón “como seres humanos, luchamos instintivamente contra las experiencias negativas y nos consideramos responsables cuando las cosas salen mal. Frecuentemente reaccionamos con una trinidad de respuestas más bien diabólica:

  1. Autocrítica: “Soy estúpido.” “No soy digno de que me quieran.
  2. Aislamiento: «Nos escondemos con vergüenza de los demás, o nos escondemos de nuestros sentimientos, comiendo, trabajando demasiado o mediante otras conductas nocivas».
  3.  Ensimismamiento: «Cavilación. “¿Por qué soy así?” “¿Por qué me pasó esto a mí?”.

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En esta primera etapa del camino, propongo adoptar una actitud distinta que consiste en tratarme con espíritu de delicadeza en vez de tratarme con autocritica y autojuicio, esto es, en vez de criticarme, exigirme, decirme que soy un desastre y juzgarme; aprender a tratarme con ternura y solicitud del mismo modo que ante un niño que cae constantemente cuando está aprendiendo a caminar, su madre mirándolo, responde con paciencia y ternura ya que comprende su pequeñez.

Así, en vez de reaccionar con el piloto automático, más allá de nuestras debilidades y caídas, estas son oportunidades para detenernos y mirarnos de otro modo, como nos miraría Jesús y tratarnos con la bondad y la ternura con la que él nos trataría. Siendo conscientes de la fragilidad de mi naturaleza, frágil como una vasija de barro. Es decir, reconocer verdaderamente que somos limitados: “La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue destruida por haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas” (LSí n.66).

Pero al mismo tiempo somos fuertes para llevar la bondad y la ternura de Dios: El Papa Francisco, en la “Misericordiae Vultus“, nos dice: “¡Como deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios!” (MV n. 5).

Sabemos que lo que hagamos con nosotros primero, luego nos resultara más fácil practicarlo con el prójimo. Practica contigo mismo en la multitud de ocasiones diarias que se te presentan y cultivando esta actitud, y experienciando la ternura y la bondad; entonces, como el aroma de un perfume, se irradiará a los demás. Cuando iniciemos a los jóvenes en este camino se tratará de que transformen la forma de tratarse, dejando las viejas formas y que se aventuren por un camino nuevo.

derechos_humanos11Enseñarles a desarrollar cualidades como el no-juicio, la comprensión y la amabilidad en la relación con uno mismo. Cultivar estas cualidades es necesario ya que son la base para desarrollar una actitud amable, comprensiva, de no juicio y empática hacia los otros. Al hablar de comprensión y amabilidad, entendemos que se trata de la capacidad de tener una perspectiva amplia y de aceptar los propios errores, limitaciones y defectos. Implica reconocer la fragilidad, imperfección y la debilidad como algo natural del ser humano.

Implica el aceptarse y ser amable y comprensivo con uno mismo cuando uno reconoce sus errores, limitaciones, fracasos – su debilidad o fragilidad- en vez de auto-juzgarse. “Recordemos el modelo de san Francisco de Asís, para proponer una sana relación con lo creado como una dimensión de la conversión íntegra de la persona. Esto implica también reconocer los propios errores, pecados, vicios o negligencias” (LSí n.218).

Estoy proponiendo ser viator, un peregrino, ya que “la peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es “viator”, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada” (MV n.14).

El camino supone volverse progresivamente hacia la incomodidad de la fragilidad, del defecto o la limitación, de forma que haya cierto ablandamiento para que, tal como apunta Christopher Germer-en el abordaje del sufrimiento– también en nuestro caso “tras un ataque inicial de aversión, empezamos el proceso volviéndonos con curiosidad hacia el problema y, si todo va bien, terminamos abrazando plenamente todo lo que ocurre en nuestra vida. El proceso es habitualmente lento natural”.

Supone permanecer en la incomodidad sin juzgarme, supone sentirme, escucharme y acompañarme, ayudándome con el gesto cálido sobre mi cuerpo que generará oxitocina, la hormona del afecto, del vínculo materno. Se trata de darnos a nosotros mismos el mismo cuidado, consuelo y serenidad que de forma natural hacemos llegar a quienes queremos cuando están sufriendo, cuando fracasan o cuando se sienten inadecuados”.

Regando las semillas podrán brotar naturalmente hacia los demás. El fruto será que cuando veamos a los otros comportarse de forma egoísta; tener tan mal genio; ser vanidosos, informales o irresponsables, los entenderemos mejor y con paciencia los trataremos, aceptaremos y valoraremos… Porque en ellos nos reconoceremos a nosotros mismos. Y aunque hayamos intentado cambiar, ¡tantas veces no lo habremos conseguido!… ¡Como ya le pasaba a S. Pablo!

El juicio, el rechazo y la condena serán sustituidos por la compasión, la bondad y la ternura. Por eso, “cuando soy débil soy fuerte”, habiéndolo hecho conmigo mismo podré “impregnados de misericordia, poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios” (MV n.16).

Y “la buena noticia, es que tenemos muchas ocasiones. En concreto nos pueden servir nuestras actitudes derrotistas, la negatividad que nos lleva al cansancio, a la rutina, nuestra “insignificancia y fragilidad”…Y es que nuestras formas habituales de proceder, con los miedos, las dudas y la falta de información de lo que realmente somos capaces, nos hacen mirar al pasado con resentimiento y al futuro con cierto recelo.

Son fáciles de “pillar”, porque adquieren “la forma de “isidoros” (¿y si me pasa esto o y si me equivoco?), los “esques” (es que no sé, ya lo intenté pero…), los “siperos” y “noperos”, los “nopuedos”, los “estoesimposible”, y los “esdifícil”, “estoesloquehay”, “nohayotraopción” y demás programación negativa”. En esos momentos, toca trascender el piloto automático, y responder, reconociendo nuestras limitaciones, sin dejarnos llevar por el miedo al fracaso, al error o a la frustración, sabiendo además que siempre hay alguien que me está susurrando “no temas que estoy contigo”.

Habremos aprendido a tratarnos con delicadeza y ternura. Convirtiendo el discurso asfixiante por otro, expansivo y liberador, aún más si mi certeza está basada en el Evangelio: “creo”, “puedo”, “confío”, “busco y encuentro”, “resuelvo”, “disfruto”, “es posible” “si y además” y “me gusta». La clave está en empezar por cosas pequeñás tal como hacen los niños en su aprendizaje, que no empiezan por aprender a leer, si es el caso, un libro de texto sino por las letras del abecedario.

Pero podemos llegar a otra etapa del camino y pasar de reconocer una limitación personal, un defecto en el que incurro una y otra vez… A reconocer una ofensa a Dios. Y si tengo la valentía de reconocer que le he ofendido…que he ido de algún modo contra Él… ¿Cómo convertirlo en un momento privilegiado de encuentro? ¿Puede transformarse ese reconocimiento en un oasis de misericordia? Y recordamos que el mensaje del Papa a los jóvenes con motivo del Encuentro Europeo de Taize en Valencia en Navidad era: “Allí donde están los cristianos, todos tendrían que encontrar un oasis de misericordia”.

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Hace poco una amiga ya mayor y que hace su oración hace tiempo con el gesto cálido y el autoabrazo, me decía que durante gran parte de su vida se había odiado, se había intentado suicidar. Hace un mes aproximadamente, y jamás le había pasado anteriormente reconoció y para ella fue una gracia que Dios le concedió- que había ofendido a Dios, tanto por odiarse, como por el intento de suicidio. Entonces optó como el Hijo Prodigo de volver a su propia casa, diciéndole al Padre, perdona Padre que te he ofendido, que he pecado contra ti y sigo pecando porque me sigo odiando.

Encontró que su Padre-Madre Dios le estaba esperando. Con los brazos abiertos. Ella misma se abrazaba, en actitud orante de apertura y receptiva a la acción de Dios y, encontraba en el abrazo del Padre, su Misericordia. Y me explicaba que en la medida que como el hijo prodigo, se sentía regresando a su propia casa, su cuerpo, en esa medida sabía que era abrazada por Dios. El pequeño gesto del cuerpo abrazado contribuía a crear en ella las condiciones interiores para la experiencia, sabiendo que era un don de Dios. Se dio cuenta después que había ocurrido al poco de inaugurarse el Año de la Misericordia. “Como un hijo al que su madre consuela, así os consolaré yo a vosotros” (Iasias 66,13-14).

El punto de partida había sido reconocerse, aceptarse y abrazarse en lo pequeño y poco a poco, guiada por la confianza en Aquel que dice“ ¿Acaso olvida una mujer a su hijo y no se apiada del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré. Fíjate en mis manos: te llevo tatuada en mis palmas; tengo siempre presentes tus murallas” (Isaías 49, 15-16). Se había atrevido a abrazarse en lo que consideraba cada vez de más importancia, hasta llegar a acoger y abrazarse su propia miseria.

Sabemos ya que el gesto cálido, el abrazo es un gesto sencillo pero potente, que biológicamente estamos activando el sistema de calma y que estamos produciendo oxitocina, la hormona del afecto. Pero, de nuevo, damos otro paso más profundo y es que queremos ser instrumentos del Padre-Madre y dejamos que actúe a través nuestro cuerpo, de nuestro abrazo. M. Teresa de Calcuta decía que era un lápiz en manos de Dios.

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Recorridas las etapas del camino, un camino de inmersión, de experienciacion y de fe; habiéndolo vivido, ella podrá transmitirlo a los jóvenes que acompaña.

 

‘La revolución de la Ternura, la revolución de la Admiración y el Asombro’

Fausto Franco, moderador de la mesa redonda que desarrollé en la I Jornada de Mindfunlness y Tradición Cristiana, celebrada los pasados 23 y 24 de octubre en Zaragoza, escribió algo precioso acerca de mi participación en la misma que me hace mucha ilusión compartir con vosotros.

si Ponencia Carmen Jalón 004Carmen Jalón Oliveras, psicóloga y educadora en interioridad, ha tenido una actuación muy significativa tanto en la preparación como en el desarrollo de la Primera Jornada sobre “Tradición Cristiana y Mindfulness” que se ha celebrado en el centro Pignatelli de Zaragoza, del 22 al 24 de octubre de 2015.

Además de dirigir y animar el taller “Evangelio y Mindfulness en clave de interioridad”, los días 23 y 24, ha tenido una preciosa ponencia en la Mesa redonda del día 24, con el tema “La revolución de la ternura en acción: hacerse como niños”.

En dicha ponencia, Carmen ha señalado cuatro objetivos interrelacionados que son, en realidad, pilares fundamentales para mantener en pie este mundo que habitamos, y también para comunicarle dinamismo. Al desarrollar el tema nos ha presentado, como punto de partida, la importancia de una menta atenta (Mindfulness), porque es necesario arrojar por la borda el lastre mortal que cargamos a la espalda, debido en gran parte a las dispersiones de nuestra mente (Mente de mono).

10399989563dfd1fec900caEn segundo lugar, la necesidad de cultivar la interioridad como único camino posible para dar consistencia a nuestro ser. El tercer pilar, sacado del Evangelio, es una propuesta muchas veces escuchada pero todavía inexplorada: “Si no os hacéis como niños…” Carmen ha explicado muy bien que “Hacerse como niños” desde la conciencia adulta se convierte hoy en una auténtica revolución de insospechadas consecuencias; se trata de la revolución de la ternura, la revolución de la admiración y el asombro, características propias de todo niño, y condiciones imprescindibles para poder avanzar en los caminos de la humanización, tanto en la realización personal como en la transformación del mundo.

Y ahí está el cuarto pilar: “cuidar la casa común”; es una expresión repetida por el Papa Francisco en su reciente encíclica “Laudato Sii”. Carmen Jalón, mediante frecuentes citas de los escritos del Papa y de otros varios autores, entre ellos Leonardo Boff, nos ha hecho ver con mucha claridad que es urgente ponerse a “labrar y cuidar” el jardín del mundo.

Y, justamente por ello, surge de inmediato la exigencia de practicar “la atención plena, se hace indispensable “cultivar la interioridad”, y resuena la llamada apremiante a “hacerse como niños” vivos, despiertos y creativos. De esta fuente nace el agua de la compasión-misericordia, y se lleva a gentes necesitadas de atención y de ternura, mediante gestos concretos como dar masaje a sus pies.

También es de agradecer la presentación que se hizo desde “La Asociación Horeb de interioridad”, donde se nos abrieron sugerentes ventanas sobre la revolución de la ternura y sus implicaciones, a través de diversos planes formativos y en clave de interioridad de cara al mundo de la educación en las escuelas (Victoria Pérez nos expuso la experiencia que se está realizando en el Colegio Calasanz Escolapias, 1º y 2º de Secundaria, en Lengua y Música) y a la acción Pastoral con catequistas, niños, adolescentes y jóvenes (Fue la aportación de Victoria Díez desde su trabajo en la Parroquia Santo Niño de Cebú de Madrid).

Carmen nos ayuda a descubrir, con sus trabajos, que ese gran Misterio que nos habita, y que no hay palabras para expresarlo, lo podemos experimentar como Misterio de Compasión y Misericordia. Por esos derroteros se mueve  el Papa Francisco. Cada día se convence uno más de que es éste el verdadero camino para curar nuestras heridas personales y sociales; las  heridas de esta humanidad doliente, pero esperanzada’.